Los padres, son sin duda la mayor influencia emocional de los niños. Por lo tanto, son los responsables de brindarles las herramientas necesarias para afrontar los desafíos a lo largo de su vida. Las emociones humanas no son negativas ni positivas, todas son necesarias para alcanzar un equilibrio emocional. Pero, ¿qué pasa si los padres pierden el control de sus emociones con facilidad y terminan convirtiendo su hogar en un campo de batalla?
¿Qué aprende tu hijo cuando actúas sin control de tus emociones?
A reaccionar con violencia a la frustración. Todos los seres humanos tenemos un punto límite de tolerancia. La manera como tú reaccionas frente a determinadas circunstancias le enseñará a tu hijo qué es correcto y qué no lo es frente a las reacciones sociales.
Es muy frecuente ver a madres y padres de familia en lugares públicos gritando y exigiendo a sus hijos que recuperen la calma, cuando ellos mismos no son el mejor ejemplo. Recuerda que frente a un momento difícil de tu hijo, lo correcto es transmitirle calma el lugar de unirse a su caos.
A ser irrespetuoso con sus figuras de autoridad. La manera en la que te dirijas a tu pareja, a la maestra de tu hijo, a sus abuelos y a los demás miembros de la familia afecta de manera directa al respeto y a la forma en la que tu hijo se dirige a ellos. Ten en cuenta que tu hijo ve el mundo a través de tus ojos y todo lo que tú hagas frente a él forma parte de su construcción como ser humano.
A vivir a la defensiva frente a quiénes nos aman. Las discusiones frecuentes frente a los niños les impiden entender que hay diferentes puntos de vista y eso no tiene por qué ser un problema personal.
La empatía debe aprenderse durante la primera infancia con el objetivo de brindar a los niños herramientas positivas en la resolución de conflictos y el manejo de la frustración. Si en lugar de escuchar gritos y amenazas en casa, los niños observan una familia que se esfuerza por
demostrar tolerancia, aceptación y compasión frente a los errores de otros, se convertirán con facilidad en adultos con relaciones sociales saludables.
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¡Feliz crianza!